Después de la tragedia del Madrid Arena, la psicosis por la seguridad en los conciertos y fiestas de música electrónica se extiende a Barcelona. El Ayuntamiento de la capital catalana ha cerrado de forma súbita la emblemática sala Apolo al detectarse “deficiencias estructurales” en los sótanos del edificio cuando faltaban sólo unas horas para que se celebrase el concierto de la cantante británica Bat for Lashes, previsto para la noche del pasado jueves y que se trasladó a última hora al cercano Arteria Paral·lel.
Los preparativos del ‘show’ parecían desarrollarse con absoluta normalidad, pero los Bomberos se personaron para inspeccionar si el recinto cumplía la normativa establecida. Fue entonces cuando salió a la luz que los forjados de los pilares y la losa de cemento armado sufren filtraciones y corrosión a consecuencia de la humedad, por lo que las autoridades locales clausuraron el emblemático local del Paralelo barcelonés, reciclado tras años de abandono con la intención de recuperar el esplendor que vivió en el tardofranquismo.
Los promotores de conciertos de Madrid y Barcelona han visto cómo las exigencias para la puesta en escena de los espectáculos se han incrementado en progresión geométrica desde la fatídica noche de Halloween, en la que pinchaba el DJ estadounidense de origen japonés Steve Aoki.
“El Ayuntamiento se ha vuelto paranoico con todo esto. Ahora realizan controles sistemáticos. La normativa no ha cambiado, pero antes nadie se preocupaba de que se cumpliese escrupulosamente y ahora sí”, declara a El Confidencial uno de los promotores más conocidos de ambas ciudades. Y añade: “Pocas horas antes de que suene la música, se ha convertido ya en habitual la presencia de una patrulla de policía para comprobar por sorpresa que todas las condiciones de seguridad están OK. Te piden los permisos, te preguntan cuál es el aforo oficial y cuántas entradas se han vendido”.
“A los profesionales que siempre hemos hecho nuestro trabajo como es debido no nos importa que los agentes se planten a las puertas del local, pero a veces ocurre sólo unos minutos antes de que se apaguen las luces, con el local abarrotado, algo que no entendemos”, explica el mismo portavoz.
“Ahora te preguntan dónde están las salidas de emergencia”
El cambio de actitud afecta igualmente al público. “Lo que se veía hasta hace poco: cuadrillas de chavales haciendo botellón a las puertas de La Riviera, o de cualquier otra sala de conciertos, ya apenas se produce. La gente viene menos fiestera y eufórica. Incluso te preguntan ellos mismos a la entrada que les indiques dónde están las salidas de emergencia. Quieren saberlo de antemano por si ocurre algo”, aseguran los organizadores de espectáculos musicales consultados por este diario digital.
Los mismos promotores se quejan de que la Administración pública “mete en un saco actuaciones y fiestas ‘techno’ masivas”. Pero, manifiestan, “no tiene nada que ver una cosa con la otra porque los conciertos se contratan en salas que reclaman terminar a una determinada hora para poder continuar después con su actividad diaria de discoteca, mientras que fiestas como la del Madrid Arena se montan en pabellones alquilados para toda la noche”. De hecho, la tragedia sobrevino a altas horas de la madrugada.
El clima de psicosis apuntado se traduce en numerosas cancelaciones de sesiones de DJs, tanto en Barcelona como en Madrid. En cuanto a los conciertos programados en el Apolo, varios de ellos se han reubicado. Por ejemplo, Absynthe Minded actuó finalmente este viernes en el Bikini, mientras que la ‘performance’ de Micah P. Hinson del sábado se trasladó a Razzmatazz.