Entre los centenares de trabajadores que construyen la ‘Y’ vasca hay algunos que las están pasando canutas.
«Un compañero se ha visto obligado a acudir a Cáritas porque no tiene para comer, otro viene al curro en bicicleta para no mover el coche… », enumera un operario de las obras del Tren de Alta Velocidad (TAV) que se ejecutan en Zumarraga.
Se refiere al equipo de seguridad del tramo, los encargados de custodiar los accesos, el perímetro y, sobre todo, el polvorín en el que se almacenan los explosivos que permiten abrir camino en la zona al túnel más largo que tendrá el trazado ferroviario.
Los vigilantes llevan dos meses sin cobrar porque su empresa, Bizala, roza la quiebra y tiene las cuentas bloqueadas. Así que los profesionales se ven obligados a seguir en su puesto casi sin margen de maniobra.
«Sabemos que no hay dinero, pero no podemos quedarnos en casa porque nos despedirían. Tampoco podemos protestar negándonos a abrir el polvorín porque vendría la Guardia Civil y nos obligaría a hacerlo».